3 de diciembre de 2009

Año 2029

Pasea pausadamente. Han pasado tantos años -se dice-. Su piel ha envejecido, sus ojos siguen siendo bonitos, pero ya no tienen el brillo de los años, ¡qué años! (ya no se acuerda). ¿Cuántos años tengo? ¿Tal vez sesenta y cinco? ¡Qué más da! Aún estoy viva y eso es mucho. Atrás quedaron matrimonios rotos, hijos que no nacieron. ¡Es tan agradable esta soledad! Pasear por este sitio donde fui tan feliz. Aqui en esta pared había un ser...
Aquí en este banco de esta plaza charlamos tantas veces. Eras tan vitalista, tan original. ¿Cuántos años tendrías ahora? Serías tan joven aún. Te recuerdo sacando tus tres euros e invitándome a ese Nestea que me daba tanta energía. Hablabas tanto, que a veces me perdía con lo que decías. Me enseñastes tantas cosas de aquellas que yo no quería aprender, pero allí estaba yo, cada tarde, esperando verte, me dabas tanta energía, porque tenías energía y mucha, se reflejaba en esa forma de vestir que muchos podían calificar de extravagante, pero ese calificativo no sería más que un eufemismo, querías ser tu mismo ¡y lo eras!
Durante algún tiempo te perdí de vista. Te fuistes, no sé. Me dijeron que te rebalastes, que caistes enfermo pero tú no estabas enfermo, tan sólo eras tú, este pronombre que tantas veces pronunciamos y no sabemos qué significa: una perspectiva, eso, una perspectiva, sea cual sea o fuere.
Te olvidé, sí, es la verdad, te olvidé. Tenía por aquel entonces tantas cosas por las que luchar. Mis cosas, ese trabajo que me negaba a tener, porque creía que no podía con él.
Un buen día te volví a ver y me alegré y mucho; estabas tras un mostrador, me acordé de la canción de Sabina ("y nos dieron las diez y las once, la una, las dos y las tres...") sólo que en nuestro caso fueron minutos de conversación, me hablastes de las huellas que había en tu corazón y en tu cuerpo, pero ahí estabas tú, tan vitalista, tan hablador, ... te seguía o no te seguía, sólo quería oírte, aunque no te entendiera.
Sigo caminando, esta plaza no ha cambiado nada: los árboles, los bancos, los setos y ese sol, ese sol que alumbra y te inunda. Me gusta mi buscada soledad, me gusta acordarme del pasado sin rencor. A todas las personas que pasaron por mi vida, les doy las gracias y a ti, gracias por ser tú hasta el final, gracias por estar y no estar.
Yo seguiré aquí, quiero seguir, pero en mi memoria siempre habrá un recuerdo para tus gorras, tus risas, tus palabras, hasta tu última palabra, tu palabra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la soledad es muuy mala. mola mas la busqueda interior o cosas asi. (la culpa la tiene la tele)