29 de marzo de 2007

Directica de la Habana

Cuando llegó al pueblo no sólo trajo ese contoneo de caderas adornado de tantos colores que envelesaba a los hombres y escandalizó a las más beatas. También trajo con ella una forma de vivir que aquí siquiera se conocía, y fue ella quien nos presentó esas libertades que sin saberlo necesitábamos hace tiempo.
Cuando por las tardes salía a pasear con u libro bajo uno de sus largos brazos atravesaba la plaza tatareando alguna canción de su tierra, todos la mirábamos extrañados... y las más viejas decían: "¿Andé irá como una espantaruja, con tanto colorao pa' irse paí sola a leé!"
Los jóvenes decían que dañan cualquier cosa por tener esa boca grande cerca de las suyas y que Leopoldo tenía suerte por dormir apretado a esos pechos tan erguidos y tan morenitos. Y no paraban de recordar como bailó en la bervena de las fiestas y "como movía su culito respingón".
Pero quien acertó fue Don Paco cuando una vez alguien en clase le preguntó: "¿Una puta es una mujer negra que se viste siempre de colorines y que tiene las uñas largas pintadas de rojo?" Don Paco se quedó un largo instante parados con una caja alzada y le dijo: "Tú o quien quiera que haya dicho eso, no sabe lo que está hablando. ¡¿Es que no tenéis ojos!? ¡Esa mujer es una diosa!
Y vaya si lo era, yo lo supe cuando "vino a echar un ratico con la vecinica". Y me la encontré allí, con sus piernas larguísimas sentada en la amaca, frente a mi madre. Por entre sus sandalias negras de plataforma asomaban unos pies más bien grandes que supe que pertenecían a unos pasos seguros y tan sensuales como sus largas pestañas peinadas que exageraba su mirada altiva.
Llevaba una camiseta amarilla que se adaptaba a su lindo cuerpo y esculpía así unas formas redondeadas que convivían en plena armonía, el short fussia parecía aumentar esa hermosa curva tan deseada y odiada a la vez.
Cuando dio la primera calada al cigarro pensé que nunca vería nada igual; el cigarrillo rozaba las uñas rojas, con uno de sus lentos movimientos se lo llevó a la boca apoyándolo en sus gruesos labios pintados también de rojo pasión, echó el humo sin cerrar demasiado la boca, y así se dejaron entrever unos dientes casi perfectamente enfilados.
¡Le inundaba la expresividad! Tenía gestos para todo, me encanta recordar como se le abrían las aletas de su nariz tan chata, y sus ojos de un marrón más clarito que su piel se le abrían también exageradamente, como cuando le dijo a mi madre: "Si, vine directica de la Habana. Y pa' aliviá el dolor de la añoranza... ya tú sabes, pues mira que yo lo alibio con las novelas de Zoe Valdés y la música de Gloria Estefán. Y sobre todo bailando; bailando mucho..."
Me encantaba su pelo, siempre lo llevó cortito, ¡aquella cabecita llena de ricitos minúsculos! Pero, sobre todo, adoraba su piel mate, sin a penas rastro de vello y envuelta en esencias que vendrían de tan lejos...

1 comentario:

Achiperre dijo...

y sí, esta también fue genial...