12 de marzo de 2007

Hielo

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Alonso Buendía había de recordar aquella tarde remota cuando su padre le llevó a conocer el hielo. Desde muy pequeño había soñado con las puntas ribeteadas de un blanco neval que encerraban el valle, siempre soñó con llegar a la cima de una de aquellas mastodónticas cimas y gritar ¡eureka! cuando hubiera conseguido coronarla, por fin ese día llegó, el día que su padre decidió llevarle por primera vez a conocer el hielo. La noche anterior apenas durmió de la ilusión. La expedición salió por la mañana y estaba compuesta por él, su padre, y unos cuantos compañeros de su padre aficionados a la escalada. Marcharon durante horas, llevaban el equipo completo de escalada y víveres suficiente poco a poco los montañeros como una serpiente se movían y oscilaban zigzagueando por el robledal que se encontraba a las faldas de la montaña, preogresivamente fueron avanzando escalando con calma las primeras paredes, mi corazón casi estalla de emocional verme colgado de una de las paredes, sólo sujeto por un arnés y una cuerda, un paso aquí, una mano en la abertura, una mala posición y la cuadrilla entera caería, no obstante seguí avanzando sin miedo confiando en los expertos pasos de mi padre que era el primero, poniendo el pie donde él lo ponía, e igual con la mano, llegamos a la primera esplanada. Uno de los amigos de mi padre dijo:
_Aquí montaremos el campamento base_ y luego me señaló y dijo_ el joven se queda aquí es inexperto y podría hacer fracasar la expedición.
Sentí una profunda desazón y miré a mi padre que contestó:
_De ninguna manera, mi hijo viene conmigo_ dijo él.
_Pero atrasará la expedición _dijo otro.
_ Olvidas que lo importante es llegar no cuanto se tarde _sorprendí a mi padre hablando como un experto compañero tanto que ninguno de los demás le respondió.
De todas formas el campamento base se instaló allí, y acometimos la segunda gran pared que subir era muy cansado, estaba cubierta de hielo, esta vez fui en primer lugar porque era el menos pesado así si me caía los demás podrían levantarme sin problema. Fijé mi mirada en la pared de hielo que tenía cerca de mí, utilicé el gancho y las zapatillas de clavos y empecé a subir, era una tarea muy pesada, notaba que mis fuerzas disminunían con cada paso miré hacia arriba y todavía quedaba una amplia extensión, por fin mis manos y pies fallaron y me caí al vacío, una rápida sucesión de imágenes pasó por mi mente en un solo segundo comprendí que iba a morir hasta que una fuerte mano me asió, levanté la cabeza y era mi padre, no pude más que darle gracias al cielo.
Tras dos días llegamos a la cumbre y mi sueño se cumplió, grité con fuerza:
¡Eureka!

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