5 de marzo de 2007

Sin título

Se pasa los días cantando por Aute y Sabina en una ciudad que le pertenece hace apenas meses. Su bagaje, en guitarra querida, una camiseta de Extremaduro y un petate que guarde un tesoro. No puede evitarlo... Le siguen entrando carcajadas cuando le miran como si no tuviese nada. Hace tiempo se cercioró de que son ellos los que podrían guardar sus vidas en uno de esos cajones tan vacíos como sus almas.
También sabía de las heladas de noviembre, a pesar de ello seguía durmiendo al descubierto, hasta que una noche los cartones no pudieron arropar ni su cuerpo viejo, ni sus ilusiones. Y piensa que aquella noche, por fin, pudo hacerle el amor al viento.
Se pasó los cinco días maldiciendo aquel antro que odía a muerte. Nomás salir compró un Ducados y se fue a la puerta de los Dos Molinos, pues estaba al pasar Maica, que no le ha regalado más que miradas de desprecio, de asco, de indiferencia... incluso un día Felix creyó ver en su mirada algún resquicio de miedo. Y él, a parte del nombre, que le trae el recuerdo de su hermana que sigue en Gerona, le regala cada día una canción. Su voz y su guitarra se fundían amantes cantando "Alevosía" de Aute. Quizás así logre irritar a ese espíritu tan deseoso de libertades que anida en Maica.
Se pasa el día esperando las tres y media para verle bajar tan pizpireta por la calle de los Albores. Más ella sigue sin tener miras con él, ni con su armónica...
A veces imagina que Maica viva en un chalet de las afueras, con un caniche, una piscina, un marido repeinao y cientos de prisiones; una para los deseos, otra para los momentos que no "producen" más que palabras, caricias, carcajadas o lágrimas. Y la más grande, la más grande será la de los pensamientos. ¿Cómo puede encadenarse lo más libre que tiene el ser humano? En el mismo momento que supo que tipo de prisiones invadían su vida, Félix comprendió el porqué de sus miradas. Y aquel día, cuando salió del Hospital, sentado en la puerta de los Dos Molinos le entró una tos tremenda. Y al pasar Maica lo vio más arrengao que nunca, fumándose un cigarro a trompicones. Su canción, las notas de una embriagadora armónica y su mirada; todas ausentes. Félix buscó entre sus partituras y compuso para ella. Prendería las prisiones que te arrullan, le haría el amor a los diablos de ese amante que no te ama, lamería el fuego del infierno que te ahoga. Y tú, quizás sigas mirándome con desprecio.

No hay comentarios: