22 de marzo de 2007

Duendes

María miraba extasiada aquella réplica del siglo XIX. Filipo se tendió junto a ella y entre esos cojines tan añorados ahora, le dijo: "Yo he estado montando en esa barca". María miró en perfil y en aquel momento descubrió tanto que no pudo darse cuenta como llegó a aquel bosque que parecía camuflar cientos de miradas y cuchicheos.
De repente alguien saltó de un árbol... Y pensó que por fin era Filipo, pero le recibieron dos ojos minúsculos coronados por dos espesas cejas, una nariz y una barbilla respingona y una boca enorme que no paraba de reír al compás de los brincos de una piernas regordetas. Pero lo más llamativo fue su cuerpo, parecía no pertenecerle... No paraba de corretear a mi alrededor sin olvidar sus risotadas... Y María deseó que se le cayese el sombrero rojo que llevaba, pues estaba segura que bajo él habrían dos orejas tan puntiagudas como sus zapatos. Intentaba quitárselos, ¡pero el spriggan era tan escurridizo! Jugueteando Kay le llevó hasta un córcel hecho de juncos y ambrosia, le dijo las palabras mágicas y después de mucho galopar llegaron al poblado, María se encontró ante cientos de minúsculos moradas rodeadas de árboles que parecían participar en una secuencia de alguna danza protagonizada por ellos, y por la linda melodía que envolvía todo aquello. María se dio cuenta de que su amigo se había convertido en algo tan minúsculo como aquellas moradas. Él le dijo: "A todos os pasa lo mismo, cuando llegáis aquí... ¡os encogéis! A mi me pasa lo contrario cuando defiendo uno de mis muchos tesoros enterrados. Entraron en el hongo y las recibieron una regordeta duende que preparaba una aromática infusión, y un muchacho tocando una flauta, que según le explicó Kay la fabricó un tatarabuelo. Tomaron una infusión mientras charlaban: el muchacho les contó que habían enbotellado a un vecino. "Un knockers tenía que ser! dijo Kay, después le preguntó que si ya tenía el nudo y la melodía. "Es que María, mi hijo se ha enamorado de una brownie, y ya sabes, tiene que regalarle la rosa con el nudo en el tallo y además, demostrar que haces bien un oficio, somos músicos de siempre, ¿sabes?"Aquel trasgo parecía tan emocionado, con una rosa, una flauta, sus caracolas adornando sus orejas y su pelo enmarañado... le trajo el recuerdo de Filipo y quiso encontrarle, se despidió y Kay le llevo justo donde la encontró. María se despidió diciéndole a Kay: "Ya sé que por aquí tienes un tesoro". "No uno, muchos, muchísimos. Pero tú también tienes uno: estás invitada a una boda".
Buscó un río pero se le hizo de noche sin dar con él, hasta que vio un reflejo de una luz, y recordó que la barca del cuadro tenía una vela, fue hasta allí y se encontró con una cara apacible, en espera. Y María quiso abrazar esa sonrisa, y esa espera, y esa aventura. Se montó en la barca con él, encontró en su bolsillo dos caracolas, se las enseñó a Filipo; rieron y se hicieron el amor; Filipo, María y la rosa con el nudo que les regaló la magia de los duendes.

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