12 de marzo de 2007

Más que zarpazos

No más saber que aquel era el día lo preparó todo y se fue; cuando salió de casa había demasiada niebla y se dio cuenta de que había olvidado el guante de la mano izquierda. Volvió a entrar y se encontró recién levantado a este que un día quiso tanto... él no más que le dedicó un insulto.
Lucía llamó a un taxi que le llevó a la estación; apenas salían autobuses para la capital... esperaba llegar para ver Granada todavía con sol. Era muy importante, pues le atormentaba la idea de que era una forma de huída. Y si la ciudad la recibía con luz tendrá mil motivos para quedarse. Antes de ir al hotel fue directa a comprarse una tortuga. Como a las once y cuarto llegó a su habitación con ese animalito, que aunque ausente le había enseñado tanto. Llamó a recepción y preguntó si tenía algún recado. El Doctor Soriano había llamado, almorzarían al día siguiente para fijar el día de su incorporación.
Lucía no pudo dormir pensando que por fin iba a ejercer, siendo ahora más consciente de los jirones de su alma. Salió a las 9 con tanta emoción que cogió la salida equivocada; cuando por fin vio la calle le pareció una de esas pinturas que tanto admiraba. Pero al salir, las fatídicas puertas la arrastraron a un recuerdo que la paralizó por momentos.
...Al cuarto golpe la tiró por la escalera, la desnudó, la dejó en el rellano de las viviendas vecinas. Lo vió subir a casa con las piernas abiertas como un ogro. La rapó la cabeza con la máquina eléctrica al son de sus tinieblas machistas; empezó a darle patadas en el vientre, "ya queda poco", pensó ella. Y fue igual que siempre, hasta que no empezó a sangrar no se fue; todo igual, bajó las escaleras como desbocado y salió a la calle.
Cuando ya no había rastro de sus pasos, salió la abuelita que vive en el número 8 y la metió en casa tan rápido como pudo, la bañó y abrazó mucho. Lucia le contó que había ido por salir en bata al balcón. Pero la viejecita no decía nada, sólo lloraba todo lo que no podía llorar.
Aquella noche Lucía inventó una manera de vivir que no le dio más que zarapazos.

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