26 de marzo de 2007

Don Pedro Poblador

Cuando fui consciente de esas manos que me achuchaban de esos labios que me daban besos en los mofletes, me mordían, me tiraban pellizcos, yo era muy pequeña, apenas tres añitos y todavía no había asimilado que aquella figura alta y delgada que me llevaba agarrada de la mano y me compraba chupachus, era el que más tarde llamaría afectivamente abuelito.
Mi abuelo era un hombre alto, delgado, en este término de la descripción contaría unos sesenta años, yo ya era un poco más mayor. Todavía contaba con pelo, aunque yo con unas entradas notables y un claro en la coronilla que le daban que le daba un toque gracioso. Tenía algo de joroba lo que le hacía andar pausadamente y con pasos cortitos. Su figura se alargaba con la sombra, con unas extremidades grandes y una cabeza más bien pequeña, lo cual me hacía sentir miedo de la sombra de mi abuelo.
Su oficio, practicante, del cual se sentía muy orgulloso, porque allí en sus comienzos le había costado sudor y esfuerzo sacarse su carrera. Cuántas veces me contaba, que, al morir su padre, su madre y él, familia humilde, se tuvieron que hacer así mismos. Así mi bisabuela, Rosa tuvo que emplearse como cocinera en casa de unos señores acomodados, mientras él trabajaba de peluquero y se sacaba sus perrillas combinando así su trabajo con los estudios de bachillerato que estudiaba con los libros que le prestaban los señoritos, y así se fue sacando los títulos hasta que consiguió el título de Practicante, que para él fue como si hubiera sacado el de Medicina, antes de la guerra, en la República en tiempos revueltos, en lo que el además no bailaba con el Gobierno en el poder. Empezó a ejercer, le enviaron a un pueblecito muy cercano al nuestro, donde vivía nuestra abuela. Fue conocerse y enamorarse; el abuelo era muy pasional y la abuela también. No esperaron mucho en conocerse y se dejaron llevar por el amor que les llamaba, como consecuencia un embarazo y papá que venía al mundo en plena guerra civil, mientras el yayo estaba en combate por las filas nacionales.
Más tarde, ya más mayor cuando contaba sus batallitas de la guerra y siempre fiel al Régimen con quién luchó, suavizaba un poco las cosas con la Monarquía, siempre monárquico él, solía decir que nuestros reyes eran los mejores del mundo y que si ellos consentían la Democracia, es porque eso era algo bueno para el pueblo.
Buen tertuliano, le había gustado a mi abuelo reunirse con sus amigos de vez en cuando en los bares y contarse sus aventuras, sus cuentas corrientes y otros devenires; buen comensal y amigo del buen vino. Una vez al mes o así mataban un cordero que regaban con un buen vino. En casa le gustaba comer bien; el desayuno a la inglesa (huevos, beicón, cereales, café y para comer no despreciaba un buen cocido. Ahora eso sí, no le he visto engordar con su buen apetito apenas. Tal vez lo gastaría en sus paseos para arriba y para abajo por el pueblo visitando pacientes, él era especialista en enfermedades infecciosas, tal vez se le acumulaba el trabajo. La verdad es que recuerdo que le llamaban a todas horas del día, hasta por la noche, por aquel entonces no tenía horario. Trabajo no le faltaba.
Su cara aguileña, cejas pobladas, barba fuerte, ojos vivarachos, nariz aguileña, siempre oliendo a aftershave y su boina negra, era su reliquia.
Era un gran refranista mi abuelo. Sabía cientos de refranes, al final del día se despedía con el consabido "cada mochuelo a su olivo". A los pacientes les contaba montones que me contaban a mí .
También recuerdo su capacidad para la escritura. Tenía su escritorio con sus sobres y folios impresos con sus nombres, dirección, número de afiliado al cuerpo de ATS, pueblo, provincia... para mandar sus cartas oficiales y extraoficiales. Le encantaba escribir.
Otra de sus ilusiones era el gordo de Navidad. Desde que era niña sabía que mi abuelo compraría un cupón o dos cupones del gordo y hacía participaciones entre sus más allegados para que en caso de tocarle, hubiera más ilusionados con sus cupones. Toda su vida estuvo ilusionado con que le iba a tocar el gordo. Al final no le tocó.
Con el dinero Don Pedro era entre generoso y agarrado aunque por naturaleza era agarrado. siempre ayudó a sus hijos cuando lo necesitaron, quizás más de lo que pudo. A nosotras nunca nos faltó de nada.
Desde joven estuvo ahorrando para comprar un piso a cada hijo en Cáceres y lo consiguió siendo aún no muy mayor, a base de ahorro y ahorro.
Pero cuando me le siento yo a mi abuelo a mi lado son esos momentos bajos y oscuros porque él en esos momentos cuando empecé con mi enfermedad se acercaba a mi cama, me agarraba con sus manos huesudas y yo le preguntaba: "Abuelo, ¿qué me pasa?". "Hija, tienes una depresión", "Y, ¿qué es eso?" Y el abuelo me lo explicaba con cariño y con esmero. "Pero, abuelo, es que no puedo dormir y no puedo respirar..." "Eso es la ansiedad, hija. Tomate las pastillas y verás como duermes", "Tengo miedo, abuelito", "Yo me quedo contigo hasta que te duermas". Y se quedaba conmigo y para mí su mano era el mayor tranquilizante. Me quedaba dormida y algunas veces despertaba y ya estaba amaneciendo y ahí estaba mi abuelo, todavía en la habitación roncando junto a mí. "Abuelo, vete a dormir". "Estas bien, hija". "Sí, ha he podido dormir un rato". "Pues a seguir durmiendo". "Duerme tu abuelo".
Poco años después murió la abuela y todos la lloramos. Fue un golpe duro para él que tanto la quisiste, te fuiste deteriorando, te quedaste ciego, apenas andabas. Yo cuando iba a verte a la casa de mis padres no hacía más que besarte porque quería que sintieras el calor humano que había sentido junto a y le abrazé durante tantos años, pero tú aunque no me veías, me reconocías y decías: "Blanca Inés, ¿estas aquí?" Y te comprabamos gusanitos de maiz y caramelos y eras tan feliz como un niño.
Te daba de comer y comías bien, pero tu color se había ido, estabas blanquecino. Te estabas apagando poco a poco.
Hasta que un buen día te cogiste un resfriado y el resfriado se convirtió en una neumonía y ya nada pudieron hacer por ti.
Adios, Abuelo, donde quiera que estés, este es un homenaje de papel para ti. Cuidate y cuida de la abuela.

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